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 Pregunto:
  Si pudiéramos demostrar que los anteriores presidentes estadounidenses, en sus políticas, fueron iguales (o
  peores) bullies antimexicanos que Donald Trump, ¿no desnudaría eso el
  contraste Trump/Obama—grosero/cortés, racista/cosmopolita—como mera fachada? Sí
  que lo haría. O más bien, lo hará, pues aquí fundaremos que, en el último
  siglo, la política de EEUU hacia México nunca fue tan violenta como en los
  años Bush Jr.-Obama. En
  ello pudiera percibirse, empero, una incongruencia con el modelo HIR. ¿Por
  qué? Porque este modelo afirma que, en EEUU, un cártel encubierto señorea
  ambos grandes partidos y es dueño
  también de Trump (Parte 4).
  Si las políticas de este cártel ya eran antimexicanas, y si estaban bien
  disimuladas, ¿por qué jalarían ahora ese telón con un presidente a las claras
  antimexicano? Porque
  los líderes del cártel quieren continuar con sus políticas—también
  disimuladas—de apoyo a la yihad (Parte 2, Parte 5),
  cuyo objetivo es asustarnos y convencernos—‘para protegernos’—de canjear
  nuestras libertades por mayores poderes para el Estado. Y resulta que, si
  pateas a México donde todos te vean, te quedas con tu yihad. —Momento—.
  ¿Qué?                                Suena
  rebuscado, pero justo por eso funciona: porque no podemos ver el juego. Quien
  conoce de ‘gramática política’—normas culturales que rigen las consecuencias
  políticas de decir y hacer ciertas cosas—puede jalar aquí la palanca emocional A y poner en movimiento engranes (B, C,
  D…), gramaticalmente articulados, y obtener allá el resultado deseado. Es guerra psicológica. Aquí
  está. Primero, la palanca: A)
  Trump, con estilo racista, se regodea de sus ataques contra México. Esto B) orilla a la ‘izquierda’ a odiar a Trump. Por ende, C) los ‘izquierdistas’ desean negar
  cualquier cosa que él diga—por ejemplo, que la yihad debe ser confrontada,
  que es importante apoyar a Israel. En consecuencia, D) les resulta imposible sumarse a la ‘derecha’ en contra de la
  yihad; de hecho, E) acaban por defender al islam como una
  víctima más de aquel racismo trumpista (e igualan el sionismo con el
  racismo). Así, F) sin entender lo
  que hacen, los ‘izquierdistas’ brindan espacio de maniobra al cártel, y le
  permiten continuar con Trump sus
  políticas pro yihadistas (Parte 5, Parte 6).
  Esto G) genera violencia que H) orilla a la ‘derecha’ a pedir
  mayores poderes para el Estado. Y con eso I) se desmoronan las libertades occidentales. Tantán. ¿Le
  intriga? Bien. Primero, fundaremos que, en política, Trump es Obama. Las
  políticas ya eran profunda y violentamente antimexicanas; lo nuevo es nada
  más el circo mediático de los desplantes antimexicanos trumpistas. Hecho lo
  cual, diremos más sobre por qué precisa el cártel de aquel circo para
  balancear exquisitamente a la ‘izquierda’ y a la ‘derecha.’  A grandes rasgos: una foto rápida de
  la Doctrina Monroe  En
  la Doctrina Monroe (promulgada 1823) la élite de poder en EEUU avisó a los
  poderes europeos de no interferir en el continente americano. No era, como
  tal, oposición al colonialismo, sino más bien al de los europeos. Pues
  América, para el Tío Sam, era por derecho su patio de juegos, y concibió un
  estilo colonialista propio, bastante turbio. Se convirtió, de hecho, en un
  bravucón de primera, y adquirió un séquito de compinches: hampones
  latinoamericanos cuyos golpes represivos en secreto organizaba y protegía. Es
  bien sabido, por ejemplo, que el gobierno EEUU asistió los golpes represivos
  en Guatemala y Chile, y que entrenó y armó fuerzas terroristas en El Salvador
  y Nicaragua. Menos conocido es el papel de EEUU en la Operación Cóndor, “un sistema secreto de inteligencia y operaciones creado en los 1970s, a través del cual los regímenes militares sudamericanos coordinaban información y secuestraban, torturaban, y ejecutaban opositores políticos en redadas combinadas trasfronterizas. …Cóndor fue asistido y alentado por las fuerzas militares y de inteligencia estadounidenses.”[1] 
 Nos
  dirán que todo fue ‘bien intencionado’—que el apoyo a los dictadores de
  ‘derecha’ en Centro y Sudamérica era ‘necesario’ para ganar la Guerra Fría
  contra el comunismo. Dos problemas. Primero, los dirigentes estadounidenses
  tildaban de ‘comunista’ a cualquier izquierdista, y destruyeron sistemas que
  eran democráticos (ej. Guatemala). Segundo, y más al grano, aunque todos
  hubieran sido comunistas, eso puede combatirse apoyando la democracia. Luego
  entonces, debe ponerse sobre la mesa la siguiente hipótesis: quizá sea la democracia
  lo que los gobiernos estadounidenses siempre quisieron destruir. Es una
  hipótesis natural para el modelo HIR, pues afirma que en EEUU gobierna un
  cártel antidemocrático. Sopapos contra México, antes de Trump A
  México también se lo bulean. Aquí un resumen corto del contexto histórico
  mínimo: la relación México-EEUU en los años Bush Jr.-Obama. Por
  71 años, México fue gobernado por una dictadura de partido. Esto nunca
  pareció molestar a la élite de poder estadounidense—por el contrario—. Pero
  al tomar posesión Bush Jr. en EEUU, un partido de oposición por primera vez
  hizo lo mismo en México. La anhelada transición democrática había llegado. Este
  fue un ‘experimento natural’ pues deja sobrevivir solo a una hipótesis de la
  política EEUU—‘combatiendo comunismo’ o ‘destruyendo democracia’—. Es como si
  Dios, jugando en su Laboratorio Mundial, hubiese controlado las variables
  para tal prueba. ¿Por
  qué? Porque el partido que salió en la transición democrática fue el PRI,
  tradicional custodio de la Revolución Mexicana, según muchos un movimiento
  ‘bolchevique.’ Y el que entró fue el PAN, el partido democristiano de las
  clases medias, de ideología (¿qué creen?) anticomunista. Luego
  entonces, si la élite de poder en EEUU se oponía al comunismo y no a la
  democracia, debió apoyar este cambio. Pero si lo que buscaban destruir era la democracia, este era el momento de
  lanzar un ataque. ¿Qué
  pasó? Las
  nuevas autoridades panistas empezaban a orientarse a penas cuando tocaron a
  su puerta. Abrieron y de inmediato sintieron frío, envueltos en la sombra
  totémica del Tío Sam. Y temblaron. Parecía… ¿amigable? Alargaba de su mano un
  ‘regalito’: un acuerdo secreto para que su Drug Enforcement Agency (DEA) operara en México sin supervisión.
  Para ‘combatir el crimen’ (fírmale aquí, beaner).
  Les hacía los ojos de borrego, pero ¿sería
  aquello una sonrisa? 
 Sabemos
  desde los 1920s que prohibir y perseguir el narcotráfico solo hace más fuerte al crimen organizado. Luego
  de ‘combatir las drogas’ durante medio siglo, conseguirlas en EEUU es más
  fácil que nunca.[1a]
  Cabía sospechar, por lo tanto, de esta iniciativa del Tío Sam. En efecto,
  ¿por qué la cláusula de no supervisión? Porque
  estos gringos, como ahora sabemos, no vinieron a combatir el crimen sino todo
  lo contrario. Vinieron a asistir a una
  mafia mexicana, el Cártel de Sinaloa, para que venciera a sus rivales y
  coronar a la DEA capo di tutti capi—el
  padrino—del crimen organizado en México.[2] Fue una estafa. Oficialmente,
  EEUU afirma que el Cártel de Sinaloa obtuvo beneficios a cambio de
  información sobre organizaciones rivales del narco. Se quiere evocar, sin
  duda, aquella escena de las series policíacas: un pelagatos de criminal, ya
  bajo arresto, recibe un trato más amable a cambio de delatar a un pez más
  grande. Dos problemas: Aquí los beneficiados (recibiendo harta ayuda) eran
  Joaquín (‘El Chapo’) Guzman Loaera y sus lugartenientes, no bajo arresto sino
  operando libremente. Y eran, por mucho, los peces más grandes del estanque
  mexicano. En
  aquel entonces, el Cártel de Sinaloa era la organización más grande, y había
  infiltrado el Estado mexicano con tentáculos de corrupción más profundamente,
  y más alto, que nadie. Y estaba creciendo. En 2001, justo después de
  escapar con misteriosa facilidad del penal de Puente Grande, organizó una
  junta con otros grandes narcos y formó ‘la Federación,’ fusionando en ella a
  los cárteles de Juárez y Sinaloa, mismos que se aprestaron a conquistar a sus
  rivales. “Comenzaba una fase en la que las balaceras, la sangre, las torturas
  y decapitaciones iban a desbordarse sin control.”[3] Fue
  justo antes de esto, según una investigación de un año realizada por el
  diario mexicano El
  Universal, que comenzó la intervención furtiva
  de la DEA, la cual implicó reunirse con el Cártel de Sinaloa, y asistirlo,
  fuera de la vista de las autoridades mexicanas.[4]
  ¿Sería por eso que el Chapo Guzmán estaba tan confiado de poder conquistar al
  país entero? Pero
  el Tío Sam no quería dejar nada al azar. Las autoridades EEUU—esto incluye a
  la DEA, el ICE, el ATF, el FBI, el IRS, Homeland
  Security, y el Fiscal General—deliberadamente
  permitieron que llegaran miles de armas a manos de sus criminales
  mexicanos favoritos: el escándalo de gunwalking
  Rapido y Furioso. Fue una suerte, una chiripa, que esto se descubriera,
  gracias a lo que se destapó en una investigación de homicidio estadounidense.[5] Oficialmente,
  las autoridades en EEUU afirmaron que estaban siguiendo las armas para
  atrapar a los criminales. “Pero las agencias relevantes del gobierno mexicano
  nunca fueron notificadas de la operación, y parece que no hubo esfuerzo
  alguno para seguir las armas luego de que cruzaran la frontera mexicana.”[6] Tenemos
  aquí otro ‘experimento natural.’ Si los demócratas y los republicanos realmente
  fueran rivales, ésta era la oportunidad perfecta para que Barack Obama
  exhibiera las cochinadas de Bush Jr. En lugar de eso decidió continuarlas y extenderlas, y luego
  peleó como gato boca arriba para no liberar documentos relacionados con esto.
   Todo
  coincide bien con la hipótesis de que en EEUU gobierna un cártel y que Obama
  fue la nueva versión de Bush.  
 Lejos
  de ser un país perfecto, ya padecíamos en México narcoviolencia preocupante,
  pero la guerra de cárteles que instigó EEUU destruyó cualquier aspecto de
  equilibrio y se convirtió en el argumento público para una ‘guerra contra las
  drogas’ mexicana. No
  es ‘contra las drogas’ pero sí es una guerra. CNN escribe que “las guerras de
  drogas en México se cobraron 23,000 vidas en 2016—segundo lugar después de
  Siria, donde murieron 50,000 personas—.”[7] El
  estilo también es sirio:
  decapitados, cadáveres exhibidos en la vía pública para asustar, y otras
  barbaridades tipo ISIS.[8] Un
  cuarto de millón de mexicanos, según el Guardian,
  ha sido asesinado o desaparecido desde que inició nuestra ‘guerra contra las
  drogas’ hace una década.[9] Un cuarto de millón de mexicanos… (Es un estimado; pudiera ser peor.[10]) ¿De
  qué va todo esto? Nuestra hipótesis: la élite de poder en EEUU es enemiga de la democracia y se propone
  destruirla en todos lados (véase ‘Operación Cóndor,’ arriba). Entonces,
  cuando México dio sus primeros pasos democráticos en 2000, esa élite puso
  manos a la obra y encontró el remedio: provocar y administrar una guerra
  entre los narcotraficantes y los gobernantes mexicanos, brindando a los
  narcos el incentivo para conquistar al Estado. Lo lograron: los narcos “han
  penetrado los gobiernos locales, estatales, y nacional, y controlan secciones
  enteras del país.”[11]  Esto
  sofoca a la democracia mexicana en la cuna. En
  2012, los mexicanos de a pie, asqueados con la transformación violenta de su
  país, regresaron al poder al viejo PRI—el partido de la dictadura de 71
  años—. El PRI puso manos a la obra y en seguida empujó reformas para socavar
  la efectividad del instituto electoral mexicano.[12]
  Mientras tanto, la ‘guerra contra las drogas’ continuó y empeoró. ¿Todavía importa qué candidato escojan los
  mexicanos en 2018? Claro
  que hay beneficios secundarios (¿por qué no ganar dinero mientras se destruye
  a la democracia mexicana?). El setenta por ciento de las armas que utilizan
  nuestros narcos, según reportes del congreso
  estadounidense, son ‘Made in the USA.’[13] Y
  el gobierno mexicano compra toneladas de armamento estadounidense para (¿qué
  creen?) ¡‘combatir a los cárteles’! Nosotros
  morimos por cientos de miles y los armamentistas gringos engordan de dinero.
  Qué nos perdonen, pero nos sentimos buleados. En
  fin, lo anterior establece lo que anunciamos: que el patrón estaba ya muy
  bien anclado. EEUU bulea a México; no es cosa de Trump. Lo que cambia con
  Trump es nada más el estilo. Donald Trump Pero
  vaya que ha cambiado el estilo. Cuando llegó Donald Trump el bullying se
  tornó un gran show mediático. Trump
  acusó que, después de Siria, México es el segundo país más violento del
  mundo. Los funcionarios mexicanos, tan dignos, como tirados de una obra de
  Ionesco, contestaron: no somos el segundo; si acaso el quinto…[14] De
  apoplejía. Debieron contestar que sí,
  somos un país violento, pero ¿de quién
  es la culpa? La política EEUU es responsable de la violencia en México—y,
  por cierto, también en Siria.[15] Pero
  Trump no se limita a señalar la violencia en México. Mientras sus seguidores
  cantaban aquel mantra hipnótico, “¡Construyan ese muro!”, él nos acusó, a nosotros
  los mexicanos, por la violencia en
  Estados Unidos. ¿Y el cuarto de millón de mexicanos muertos? Esto es como
  recobrar el conocimiento en un charco de tu propia sangre, tendido en el
  suelo de la prisión, y escuchar a los guardias, tus victimarios, culparte a ti (porque, mira, uno de ellos tiene
  un rasguño). Aquí
  es donde el estilo adquiere un tono inconfundible. Porque tiene sentido, no
  lo niego, preocuparse por la entrada de ilegales en la frontera sur de
  EEUU—es legítimo—. Construyan ese muro. Pero ponerse a gritar que forzarán a México, el país dolido que bulearon
  y destruyeron, a pagar dicho muro—eso es una mentada—. Y justificar aquello
  calumniando a los mexicanos ilegales de ser casi todos violadores y
  asesinos—eso es racismo—. Y
  es tanta la inversión simbólica y
  mediática, aquí, que nos obliga a la pregunta: ¿Ese racismo es impulsivo y franco? ¿O
  será otra estafa? Quizá
  Trump realmente sea racista. Se antoja poco tutelado—salvaje, casi. Quizá no
  consiga contenerse. O quizá Trump sea un actor, como sugiere nuestro modelo
  de ‘cartel.’ A
  Estados Unidos, dice este modelo, lo gobierna un cártel que señorea ambos
  grandes partidos (Parte 4) y
  es dueño también de Donald Trump, que no es ningún enemigo del Establishment (Parte 5),
  ni amigo de Israel (Parte 3),
  ni némesis de la yihad (Parte 5, Parte 6). No obstante las apariencias
  telegénicas, Trump es fiel a la tradición del cártel gobernante, de políticas
  pro yihadistas y antiisraelíes (Parte 2). El
  objetivo de esas políticas es destruir la democracia. El principio es
  sencillo: al hacer crecer la violencia yihadista, hacen crecer también el
  sentimiento anti yihadista, y con ello la demanda de intercambiar libertades
  individuales por un Estado más fuerte (‘para protegernos’). Es
  un juego muy viejo—pero es delicado, y contiene sendos peligros para sus
  administradores—. Pues,
  ¿que sucedería si el sentimiento anti yihadista se tornase unánime? ¡El
  sistema daría un vuelco en la otra dirección! ¿Por qué? Porque una ciudadanía
  unida contra la yihad volvería imposible muchas políticas pro yihadistas
  abiertas o semi encubiertas (por ejemplo, los USD $100 mil millones en
  armamento que Trump ha prometido venderle a Arabia Saudita). Y esto
  debilitaría severamente al yihadismo, porque, seamos francos, sin el apoyo
  del cártel occidental los yihadistas a duras penas pueden (no logran vencer a los
  kurdos en Siria, a quien nadie ayuda). Y si la
  amenaza yihadista menguase, los ciudadanos occidentales nuevamente exigirían
  sus derechos y libertades, retomando el sistema. Para
  tener éxito, por tanto, el cártel debe contener y controlar el movimiento
  anti yihadista. ¿Cómo? Timando tanto a
  la ‘derecha’ como a la ‘izquierda.’ Esto es, para jalonear a tu gusto a
  los anti yihadistas de ‘derecha,’ dales un líder ‘anti Establishment’ que sea, en realidad, marca registrada del cártel.
  Y para limitar el atractivo del movimiento anti yihadista, dale a ese líder
  un corte ofensivo en las tripas para toda la
  ‘izquierda.’ Lo
  último es un golpe de genio. Porque
  si estás a la ‘izquierda,’ no puedes evitarlo: odias a Donald Trump por su racismo. ¿Por qué? Porque bulea a los
  mexicanos—es su jugada de sello—. Y como ya lo odias, tu tripa te jala a
  rechazar cualquier cosa que diga. Has sido ‘inmunizado.’ Cuando Trump
  advierte que el islam es un gran peligro, lo interpretas como más racismo y
  lo rechazas. De hecho, nada te dará más gusto que defender al islam para echárselo
  en cara al racista odioso aquel. Ahí
  está, pues: la estafa ‘antimexicana.’ El
  cártel se queda con las dos tortas. La mitad de la ciudadanía exige mayores
  poderes para el Estado para ‘pelear contra el yihadismo,’ ayudando a
  transformar al sistema, a pasitos, en un Estado policiaco; la otra mitad
  defiende al islam en calidad de ‘lucha de derechos humanos,’ brindando a los
  dueños del cártel espacio de maniobra para continuar apoyando el crecimiento
  del islam en Occidente, mismo que merma las libertades occidentales
  simplemente por
  ser islam. Administran
  el sistema político con guerra psicológica, y caminan hábilmente, dicho sea
  de paso, sobre la cuerda floja. Ésa es nuestra hipótesis. Así
  las cosas, nos vendría muy bien, para defender esta tesis, si pudiéramos
  demostrar que Trump es un hábil estafador de carrera. Mejor aún si resultase
  que ya en otra ocasión nos timó declamando
  sobre mexicanos. Es
  nuestro siguiente tema. 
 [1] McSherry, J. Patrice. 2002. “Tracking
  the Origins of a State Terror Network: Operation Condor.” Latin American Perspectives, Vol. 29,
  No. 1, Brazil: The Hegemonic Process in Political and Cultural Formation. pp.
  38-60. (pp.38-40) [1a] “A pesar de
  dirigir más y más recursos a la interdicción de la oferta, el mercado ilícito
  de drogas se ha expandido continuamente, y la ONU ahora estima que ascenderá
  a más de [USD] $330 mil millones, cifra que empequeñece el producto interno
  bruto de muchos países.” SOURCE:
  “The War on Drugs: Wasting billions and undermining economies”; Count the Costs: 50 Years of the War on Drugs;
  by Transform Drug Policy Foundation [2] “Bajo estos acuerdos secretos, los agentes de la DEA
  de EEUU se reunieron repetidamente con miembros importantes de ciertos
  cárteles de drogas, especialmente el Cártel de Sinaloa, para obtener
  información sobre grupos rivales. Había informantes que hacían de
  intermediarios entre la DEA y ‘El Chapo’ Guzmán, el jefe de aquel cártel… La
  DEA arregló que los cargos de narcotráfico que había contra algunos de sus
  informantes del Cártel de Sinaloa fueran desechados. En otras palabras,
  permitió a los cárteles con los que trabajaba que continuaran su negocio—y
  sus matanzas—como de costumbre.” FUENTE:
  “The US’s ‘War on Drugs’ Has Spiraled Dangerously Out of
  Control: It didn’t work in Afghanistan, so let’s do it in
  Mexico”; The Nation; 23 March 2015;
  By Rebecca Gordon [3] “Atentamente, El Chapo”; Nexos; 1 agosto 2010; por Héctor de Mauleón [4] “La Guerra Secreta de la DEA en México”; El Universal; 6 enero 2014; por Doris
  Gómora [5] ‘Rápido y
  Furioso’ se convirtió en un escándalo porque el agente de la patrulla fronteriza
  Brian Terry fue asesinado en Arizona con una de las armas que las autoridades
  estadounidenses habían hecho llegar a los narcotraficantes mexicanos, y los
  investigadores a cargo del homicidio siguieron sus pistas hasta el final.
  Esto es coincidencia. Suerte. Otras operaciones para sabotear la democracia
  mexicana podrían existir pero, sin otro golpe de ‘suerte’ (pido disculpas a
  la familia de Terry), quizá jamás nos enteremos de ellas. FUENTES:
   “Federal judge reopens ‘Fast and Furious’ controversy”;
  CBS News; 21 August 2014; By Jake
  Miller. “Brian Terry family sues ATF officials in Fast and Furious”;
  CBS News; 17 December 2012; By
  Sharyl Attkisson. [6] “En la
  debacle conocida como ‘Rápido y Furioso,’ la Oficina de Alcohol, Tabaco, y
  Armas de Fuego (ATF, por sus siglas en inglés) permitió que ‘más de 2,000
  armas, incluyendo cientos de AK-47 y otros rifles semiautomáticos y de
  calibre .50’ ‘caminaran’ al otro lado de la frontera a las manos de los
  cárteles mexicanos. Se suponía que lo hacían para seguir a las armas para que
  pudieran después arrestar a altos líderes de los cárteles. Pero las agencias
  del gobierno mexicano nunca fueron informadas de la operación, y parece que
  de hecho no hubo esfuerzo alguno por seguir las armas una vez que hubieron
  cruzado la frontera mexicana. Las armas fueron encontradas en escenas de
  crimen tanto en México como en Estados Unidos. El 14 de diciembre de 2010,
  junto a la frontera mexicana en Arizona, una de ellas mató al agente del Border Patrol estadounidense Brian
  Terry. ATF no fue la única agencia en
  involucrarse en ‘Rápido y Furioso.’ Gente del ICE [Immigration and Customs Enforcement], el Department of Homeland Security, la DEA, y el US Attorney’s
  Office en Arizona también participaron, junto con el FBI y el IRS [Internal Revenue Service].” FUENTE:
  “The US’s ‘War on Drugs’ Has Spiraled Dangerously Out of
  Control: It didn’t work in Afghanistan, so let’s do it in
  Mexico”; The Nation; 23 March 2015;
  By Rebecca Gordon [7]
  “Report: Mexico was second deadliest country in 2016”;
  CNN; 11 May 2017; By Elizabeth Roberts [8] Los cárteles mexicanos “decapitan cientos de personas…
  avientan los cuerpos sin cabezas y manos al lado de las carreteras como advertencia
  a quienes se atrevan a resistir su poder.” Recuerdo un México distinto. De niño,
  cuando iba al peluquero, aprovechaba para hojear clandestinamente un
  periódico horrible: el ¡Alarma!,
  que reunía, a manera de pornografía, fotos espantosas de cuerpos mutilados y
  quemados, e historias de torturas en calles de mala muerte. ¡Esos eran los
  buenos tiempos! Pues solo los inocentes pueden excitarse con semejante
  material. Ya no hay mercado para esto, ahora que todos nuestros periódicos se
  han convertido en el ¡Alarma! SOURCE:
  “The US’s ‘War on Drugs’ Has Spiraled Dangerously Out of
  Control: It didn’t work in Afghanistan, so let’s do it in
  Mexico”; The Nation; 23 March 2015;
  By Rebecca Gordon [9] Mexico's war on drugs: what has it achieved and how is the US involved?”; The Guardian; 8 December 2016; by Nina Lakhani and Erubiel Tirado in Mexico City. [10] Alejandro Madrazo, a respected
  analyst of the Mexican ‘war on drugs’ working out of CIDE, in Mexico City,
  explained to me that these are (reasonable) estimates. But nobody really
  knows, and the numbers could be higher. (personal communication) [11]
  “The US’s ‘War on Drugs’ Has
  Spiraled Dangerously Out of Control: It didn’t work in Afghanistan, so let’s do it in
  Mexico”; The Nation; 23 March 2015;
  By Rebecca Gordon [12] “Frustración y esperanza”;  El
  Diario (Coahuila); 27 de Junio 2017; por Onésimo Flores Rodríguez [13]
  “Halting
  U.S. firearms trafficking to Mexico: A report by senators Dianne
  Feinstein, Charles Schumer, and Sheldon Whitehouse to the United States
  Senate Caucus on International Narcotics Control; One Hundred Twelfth
  Congress, FIRST SESSION; June 2011. [14] “México no es el segundo país más violento: SRE a Trump”;
  Milenio; 22 de Junio 2017. [15]
  “NOW YOU SEE
  IT...: Just where did ISIS come from?”; Historical and Investigative Research; 23 Nov 2015; by Francisco
  Gil-White |  | 
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