________________________________________________________ Los genocidios no suceden por arte de magia. Los asesinos deben imaginar
que matan en defensa propia. Es decir, las victimas del exterminio deben ser
primero percibidas como un peligro mortal, y para ello será necesaria una
campaña de propaganda. La propaganda responsable de que fueran exterminados
entre 5 y 6 millones de judíos en la Segunda Guerra se llamaba Los
Protocolos de los Sabios de Sion. En este y otros artículos se documenta
que, una vez más, los medios de comunicación masiva occidentales están
haciendo cundir esta propaganda, como lo fue en el preludio de la Segunda
Guerra Mundial. Prefacio Breve ¿Qué posibilidades hay de una masacre antijudía en el siglo 21? Siglo 1 -
Genocidio por parte de los romanos (‘Primera Guerra Judía’) Siglo 15 -
Inquisición Española. Muchos judíos son asesinados. Mas de 150,000 son
expulsados de España. Siglo 17 -
La Inquisición continúa. Las masacres del siglo veinte, aún recientes, fueron
especialmente sangrientas. Se oye mucho el refrán “Nunca Más,” lo cual quiere
decir nunca más un Holocausto como el llevado a cabo por los nazis
alemanes. Ese refrán se invoca como si fuera una frase mágica, como si
recitarla tuviera el poder de prevenir la siguiente atrocidad antisemita
masiva. No tiene semejante poder. Si prácticamente cada siglo durante dos mil
años han habido grandes masacres de judíos en el
mundo occidental, entonces la predicción menos arriesgada que puede hacer un
historiador para el siglo veintiuno es que habrá otra—sin echarle ojo
siquiera a la evidencia. Son los que aseveran lo contrario quienes tienen que
documentar que el mundo ha cambiado. No pueden hacerlo. Los Protocolos
de los Sabios de Sion, aquella propaganda hostil que causó la
persecución y/o la muerte de cientos de miles de judíos en la Rusia zarista,
y después causó el exterminio de entre 5 y 6 millones de judíos en la Segunda
Guerra Mundial, está siendo difundida bajo otras luces, y muy enérgicamente,
por los medios de comunicación occidentales. El resultado será el mismo: una
gran masacre de judíos. Este artículo documentará lo que hacen los medios de
masas y como preparan el terreno para el siguiente genocidio, que se nos
viene ya encima. A menos que esto sea comprendido rápidamente por los
millones de personas que ya sea matarán, asistirán, o se quedarán callados,
la gran catástrofe judía de nuestra era pronto nos rebasará. ________________________________________________________ 1. Introducción: Los "Protocolos
de los Sabios de Sion" desde la más amplia perspectiva histórica. Jorge Santayana célebremente dijo: “Aquellos que no recuerdan
el pasado, están condenados a repetirlo.” Lo que quiso decir es que los
problemas tienen causas; si estas no son examinadas, no podrán ser
reconocidas el día que regresen, y entonces habremos otra vez de sufrir sus
consecuencias. Cuando se trata de una guerra genocida, desastrosa, como fue
la Segunda Guerra Mundial, hablamos de problemas que realmente sería mejor
evitar. Mas vale, por ende, prestar mucha atención a las causas. Así que preguntemos: ¿Qué provoca que un pueblo
extermine a otro? La respuesta, creo yo, es menos complicada de lo que
parece ser a la luz de las retorcidas reflexiones que se han producido sobre
las masacres de la Segunda Guerra. Es cierto que mucha gente obedece a
ciegas, que somos unos borregos, etcétera. Pero vamos, el exterminio es el
más extremo de todos los posibles comportamientos humanos; la gente no lo
hace a menos que crea estar defendiéndose. O digamos que esta es mi hipótesis. Lo que predice mi hipótesis es que los exterminios
serán precedidos por esfuerzos propagandísticos masivos, dirigidos a
convencer a muchos en la población A de que la población B representa un
peligro inminente, catastrófico, y que por lo tanto debe ser destruida—en
defensa propia. ¿Tenemos evidencia de semejante esfuerzo propagandístico masivo
en las décadas que precedieron a la Segunda Guerra? Sí la tenemos. Al amanecer del siglo veinte, la policía secreta del
zar ruso, la Ojrana, creó una difamación en la que
se acusaba a ‘los judíos’ de controlar en secreto a todos los gobiernos de
Europa y el de Estados Unidos, además de dirigir todos los movimientos
revolucionarios, sin olvidar todas las industrias capitalistas. El documento
se llamaba Los Protocolos de los Sabios de Sion, y fingía ser las
minutas de una junta concertada por un círculo de judíos ultra poderosos que
en secreto lo controlaban todo. Estos supuestos sabios judíos se representan
a sí mismos en el documento, absurda y orgullosamente, como malvados, y
detallan la forma como destruirán a la ‘civilización gentil’ (léase cristiana). Son malos. Con este fraude, los agentes del zar querían
prevenir la revolución que ya fermentaba, distrayendo a las oprimidas masas
rusas con la amenaza que ‘los judíos’—una minoría pobre y especialmente
oprimida—supuestamente representaba para todo el mundo. La revolución no fue
esquivada, pero el fraude de Los Protocolos tuvo por consecuencia en
el Imperio Ruso una serie de pogromos, es decir episodios de vandalismo y
saqueo bendecidos por las autoridades, incluyendo grandes masacres que
costaron decenas de miles de vidas judías.[1] En 1921, Phillip Graves del periódico londinense The Times publicó en primera plana un
artículo demostrando que Los Protocolos de Sion era un plagio de tres
obras de ficción, pero sobre todo de Diálogo en el Infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu. Diálogo,
de hecho, era un análisis político
del régimen represivo de Napoleón III, obra de Maurice Joly, que no hace referencia alguna a los judíos por la
razón excelente de que nada tiene que ver con ellos. Para establecer todo
esto, Graves puso lado a lado citas de Diálogo y de Los Protocolos para
que lectores del Times pudieran ver
que las citas eran prácticamente idénticas.[2] No surtió efecto. Los Protocolos de Sion pasó
a convertirse en un gran ‘bestseller’ en toda
Europa y Estados Unidos, y en el resto del mundo, gracias al patrocinio
enérgico de antisemitas millonarios como Henry Ford y muchos otros.[2a] La
histeria anti-judía continuó creciendo, y cuando Adolfo Hitler subió al poder
en Alemania Los Protocolos se volvió lectura obligada en las escuelas
del Tercer Reich.[3] De esta forma, una gran multitud de occidentales
comunes y corrientes acabaron creyendo que ‘los judíos’ representaban para
ellos un peligro mortal: el así llamado ‘Peligro Judío’ (‘Jewish
Peril’). Este histérico terror preparó el terreno para el
exterminio. Ahora, las aseveraciones de Los Protocolos de
Sion eran completamente contradictorias y cada una de ellas por sí sola
descabellada. ¿Por qué iban ‘los judíos,’ actuando en conjunto, a promover al
mismo tiempo el capitalismo y su destrucción?; ¿Cómo podían, siendo
históricamente la población más oprimida, en su mayoría muy pobres, y muchos
de ellos (en Rusia) semi-esclavos, controlar los gobiernos de Europa y el de
Estados Unidos?; ¿Por qué se permitían vivir en desventaja extrema si eran
tan poderosos? Y comenzadas las matanzas, cabía otra pregunta: ¿Por qué no
utilizaban ‘los judíos’ aquel enorme poder que supuestamente tenían para
contrarrestar el salvajismo de los pogromos rusos y luego de la Solución
Final nazi? Pero los gentiles comunes y corrientes a quienes era
dirigida la propaganda antisemita no se detuvieron a hacer estas preguntas
obvias, porque habían heredado una tradición de dos mil años en que ‘los
judíos’ eran siempre demonizados por las autoridades cristianas como
poderosamente ‘malvados,’ y además con el afán de hacerle daño a ‘los cristianos.’ Estas acusaciones habían producido ya muchas
masacres antijudías en el pasado. Analizar la lista completa que presenté al
principio nos tendría aquí para siempre, pero el ejemplo del siglo catorce es
dramático y pedagógico porque se parece mucho en su estructura a la acusación
del zar: cuando 23 millones de europeos murieron en la Peste Negra del siglo
14, la culpa se la echaron a una conspiración judía imaginaria, y eso produjo
masacres antijudías en Europa y, en algunas partes, exterminios. Hoy día sabemos que la Peste Negra fue una epidemia
de peste bubónica y neumónica originando probablemente en Asia Central y
viajando a China, India, Egipto, y Asia Menor, llegando a Europa alrededor
del año 1346. Pero los europeos medievales no lo sabían. Lo único que sabían
era que todo mundo se estaba muriendo y que odiaban a los judíos. Así que
pronto circuló un rumor que las muertes eran causa de un complot judío para
envenenar los pozos de agua potable europeos. Como lo explica James Carroll,
en su reciente historia del antisemitismo occidental: “…los
sobrevivientes en las ciudades [devastadas por la peste] creían saber la
causa: un complot judío para envenenar los pozos… Un rumor astuto
identificaba a un oriundo de Toledo, un tal Jacobo Pascual, cuyo nombre sugería
la pascua, como el cabecilla del complot… un grupo de judíos en Iberia
suministraba veneno a agentes judíos en el resto de Europa—una primera
conspiración internacional. Bajo tortura, algunos judíos en Ginebra
confesaron que el rumor era cierto, y con eso bastó. Como había sucedido
también en las Cruzadas, la primera conflagración de violencia antijudía se
gestó en Renania, donde muchísimos judíos fueron asesinados. Un cronista
reportó que doce mil fueron muertos nada más en Maguncia—un eco de [la cruzada
de] 1096… ‘Para cuando había pasado la peste,’ observó [la historiadora]
Barbara Tuchman, ‘quedaban pocos judíos en Alemania
o en los Países Bajos.’”[4] Por supuesto que los judíos también sufrieron como
víctimas directas de la Peste Negra, pero los cristianos enfurecidos que
creían estarse defendiendo al exterminar a los judíos no se detuvieron a
preguntarse por qué los judíos se envenenarían a sí mismos. Mas tarde,
tampoco los europeos del siglo veinte se detendrían a examinar los absurdos
insólitos de Los Protocolos de Sion. Las similitudes que se ven en los
dos casos son tan dramáticas que es imposible no ver una causalidad: la
acusación anterior crea el terreno fértil para la siguiente. Aún en el contexto de su tiempo, las acusaciones de
la Peste Negra contra el pueblo judío fueron espectacularmente absurdas.
Consideremos solamente que “Alrededor de la mitad de la población noruega
murió cuando la Peste Negra azotó en el año 1349-50,”[5] de manera que Noruega sufrió un golpe semejante al de
Inglaterra.[6] Pero estaba perfectamente claro que ‘los judíos’ no
habían tenido oportunidad alguna de envenenar los pozos en Noruega. “Los noruegos
se convirtieron del paganismo al cristianismo a lo largo de casi 100 años,
sobre todo por la fuerza de la coerción. En el año 1000, a los no cristianos
les fue prohibida la entrada a Noruega pues se quería institucionalizar el
cristianismo como la religión nacional. La prohibición ostensiblemente era
dirigida hacia los paganos, pero impidió a los judíos emigrar a Noruega
durante 800 años.”[7] No había un solo judío en noruega en el año 1349. Cabe preguntarse: Aunque los cristianos europeos odiaran
a los judíos, ¿cómo es posible, de todas formas, que abandonaran toda lógica
para creer una cosa tan ridícula como la acusación de que el pueblo judío era
responsable de la Peste Negra? Muy sencillo: se suponía que ‘los judíos’ eran
poderosa y sobrenaturalmente ‘malvados.’ ¿Acaso no escuchaban los cristianos
de sus autoridades religiosas, todos los domingos, que ‘los judíos’ habían
matado a Dios? Si eran capaces de eso, pues ¿qué no iban a hacer? Aquella primera acusación de los evangelios
canónicos (el ‘deicidio,’ o el asesinato de Dios), que es la más dramática,
es falsa. Aunque usted crea que Jesús el Nazareno era Dios encarnado, el
hecho histórico es que a Jesús lo ejecutaron los romanos, algo que
inclusive los evangelios aseveran. Por supuesto, los evangelios representan
al gobernador romano en Judea, Poncio Pilato, muy reacio, ejecutando a Jesús
a regañadientes y bajo amenaza de ‘los judíos,’ quienes ferozmente exigieron
la crucifixión de Jesús. Pero por varias razones esta representación resulta
absurda. Lo primero es que el pueblo judío era en ese
entonces una de las poblaciones más grandes del imperio romano, desperdigados
ya por todo el Mediterráneo y más allá.[8]
Por lo tanto, más del 99.99% de la población judía de aquel tiempo no pudo
estar presente en la ejecución de Jesús. En principio, solo una fracción
pequeña de los judíos de Jerusalén pudo estar ahí. Resulta imposible, pues,
que ‘los judíos’—como pueblo—hayan matado a Dios
aunque supongamos que Jesús haya sido Dios encarnado y que el relato
evangélico sea por lo general histórico. Pero no podemos suponer que el relato de la Pasión
de Jesús en los evangelios sea histórico. Los documentos antiguos que hacen
referencia a Poncio Pilato, con excepción única de los evangelios, lo
describen invariablemente como un monstruo descabellado que asesinaba judíos
por diversión y que disfrutaba mucho provocándolos.[9] No hacía ninguna falta que una muchedumbre judía
amenazara a Pilato para que ejecutara un judío que representaba un lío para
Roma. Y Jesús era un lío para Roma. “Todos los Altos Sacerdotes [del Templo en
Jerusalén] que vemos en los evangelios,” como dice el historiador Fergus
Millar, “eran designados en su puesto por los romanos,” lo cual quiere decir
que el Templo era por estos tiempos un centro de colaboración romana.[10] Era importante para los romanos, desde luego,
fortalecer el prestigio del Templo contra los ataques intelectuales y físicos
de los revolucionarios judíos y así ejercer la autoridad del Templo con mayor
eficacia para el beneficio de Roma. Por lo tanto, si Jesús fue arrestado por
causar un disturbio en el Templo, como lo aseveran los mismos evangelios,
entonces Jesús representaba un lío para Roma; es inconcebible que Pilato,
quien disfrutaba matando judíos de cualquier manera, hubiera sido reacio a
matar a Jesús. Finalmente, está el hecho de que la crucifixión era
un sacrilegio para los judíos, y además era el símbolo de la opresión de los romanos
contra los judíos, que era extrema. ¿Por qué pediría una muchedumbre judía la
crucifixión de un hermano judío? Para entender esta pregunta en su contexto
histórico, he aquí otra cita de la historia del antisemitismo occidental de
James Carroll: “En el año 4
antes de la era actual, que resulta ser también el año en que nació Jesús,
Herodes el Grande murió. Su muerte dejó un vacío de poder que causó
rebeliones violentas por parte de aquellos que querían suceder a Herodes como
el títere de los romanos, y por parte de movimientos mesiánicos que buscaban
la oportunidad para expulsar a Roma. Los romanos aplastaron todas las
rebeliones y, con sus legiones basadas en Siria, reinstalaron el poder
directo imperial. Como lo resumen los historiadores Richard Horsely y Neil Asher Silberman: ‘Los ejércitos romanos arrasaron con muchas
ciudades y pueblos del país, violando, matando, y destruyendo cuanta cosa
existía. En Galilea, todos los centros de rebelión fueron brutalmente
suprimidos; la ciudad de Séforis fue completamente incinerada, y los
supervivientes fueron todos vendidos como esclavos.’ Miles de judíos fueron
muertos. Los pueblos en Galilea fueron asolados. En Jerusalén, de la cual los
rebeldes brevemente se hicieron cargo, los romanos demostraron los límites a
los que podían llegar para mantener el control, ejecutando sin más a
cualquier persona sobre la cual cayera la más mínima sospecha de haber
colaborado con la rebelión—[Flavio] Josefo dice que fueron dos mil. El método
romano de ejecución, desde luego, era la crucifixión, y Josefo nos dice que
precisamente fueron crucificados. Esto quiere decir que a un lado de las
murallas de la capital judía fueron erguidas—no tres cruces solitarias en una
colina, como en la aseada imaginación cristiana—sino quizá dos mil en hilera,
una tras otra. De cada una de ellas colgaba un judío, y cada judío se sofocó
a lo largo de varios días hasta que sus músculos se rindieron, y, no pudiendo
ya mantenerse erguido, expiró su último aliento. Y una vez exprimida toda la
vida, la carroña humana fue dejada sobre las cruces para que se la comieran
los buitres.”[11] Imaginar que una muchedumbre judía enfurecida, en el
siglo primero, exigió a Poncio Pilato la crucifixión de Jesús es como
imaginar que una muchedumbre judía enfurecida, en el Tercer Reich, exigió a
Adolfo Hitler llevarse a un rabino controvertido a Auschwitz. Pero esto no es
ni remotamente plausible, sin importar la controversia que hubiese podido
suscitar aquel rabino. Pero quienes adoptaban el cristianismo en el siglo
primero no solo aceptaban esa acusación, sino que además veían en ‘los
judíos’ a un pueblo deicida, que había matado a Dios. Cuando una buena porción del Mediterráneo oriental se
convirtió al cristianismo, esto socavó el anterior apoyo político que los
judíos antes tenían de los paganos, y volvió posible a los romanos llevar a
cabo un exterminio antijudío en los siglos primero y segundo que solo puede
compararse con la Solución Final Nazi, y que puede haber sido más terrible en
términos relativos. “. . .en la
guerra de 66-73 de la era actual [la primera ‘Guerra Judía’] , . . .Jerusalén
fue arrasada y cientos de miles de judíos fueron muertos (Josefo y Tácito
estiman el número de judíos que murieron en 600,000; en la segunda ‘Guerra
Judía,’ sesenta años después, calculan que murieron 850,000). . . [L]a gran
mayoría de las víctimas fueron asesinadas sin los métodos mecanizados que
vuelven la guerra moderna tan letal, por lo cual la analogía entre Roma y los
peores dictadores del siglo veinte [es decir, Adolfo Hitler] no son
exageradas. . . .si las legiones [romanas] hubieran tenido ametralladoras,
bombas, trenes, y gas, es difícil creer que un solo judío hubiera podido
sobrevivir el siglo segundo.”[12] Basta con lo que menciona Carroll, pero de hecho le
faltó la ‘Revuelta de la Diáspora,’ un episodio genocida que intervino entre
las dos ‘Guerras Judías’: “Los historiadores estiman que muchos cientos de
miles de judíos fueron asesinados por los romanos y los griegos en la
‘Revuelta de la Diáspora’ de los años 115-17 de la era actual.”[13] Lo que se desprende de todo esto es que el patrón de
acusaciones absurdas seguidas de exterminios anti-judíos empezó hace
mucho—hace dos mil años. Y cada acusación hacía posible la siguiente. Se trata de una inercia cultural. Ahora bien, como hemos visto masacres antijudías en
Europa desde hace mucho, y como en tiempos modernos éstas han sido precedidas
por acusaciones absurdas de conspiraciones judías ultra poderosas, uno podría
esperar que la gente educada, en el mundo moderno, estaría lista para
identificar la siguiente acusación absurda. Pero nadie la identifica, ni su
peligro, y es esto lo más preocupante. Hoy en día al mundo lo sofocan dos rumores
principales: que Israel supuestamente controla la política exterior del único
superpoder, y que ‘los judíos’ supuestamente controlan los medios de
información occidentales. Muy poca gente parece creer que estos rumores sean
cosa alarmante, muy a pesar de que tengan la misma estructura básica que las
acusaciones de la Peste Negra en el siglo catorce, y a pesar de que sean
estos rumores prácticamente idénticos a las acusaciones de Los Protocolos
de Sion, que produjeron exterminios antijudíos en el siglo veinte. El pueblo judío no parece percatarse de que está al
borde de otra catástrofe, como tampoco quiso creer lo peor en la víspera del
genocidio nazi en que fueron aniquilados entre 5 y 6 millones de judíos europeos.
Pero desde el punto de vista de la historia, el clima actual debiera resultar
sumamente alarmante. En 2003 Mahathir Mohammed,
que fue primer ministro de Malasia, dijo lo siguiente: “Nosotros [los
musulmanes] de hecho somos muy fuertes. 1.3 billones de personas [la
totalidad de los musulmanes] no pueden ser simplemente exterminadas. Los
europeos mataron seis millones de judíos de 12 millones que eran. Pero ahora
los judíos rigen el mundo a través de otros. Consiguen que estos otros se
peleen y mueran por ellos. . . .Ellos
inventaron y promovieron con éxito el socialismo, el comunismo, los derechos
humanos, y la democracia para que la persecución de los judíos pareciera
injusta, y para que compartieran los mismo derechos
con el resto de la gente. Con estos logros han tomado el control de los
países mas poderosos y ahora esta pequeña comunidad
se ha convertido en potencia mundial. No podemos luchar contra ellos solo con
la fuerza. Hay que usar también el cerebro.”[14] Los ‘malvados’ judíos, dice Mahathir,
inventaron los derechos humanos y la democracia porque se imaginaron que
tenían los mismos derechos que otros, y para hacernos creer que la
persecución antijudía había sido injusta. ¿Se da usted cuenta del argumento? Mahathir acusa (¡!) a los judíos de inventar los
derechos humanos y la democracia. Mahathir es
un fascista. Mahathir
obviamente reconoce que el pueblo judío ha sido perseguido y que, hasta hace
poco, carecía de igualdad ante la ley (lo cual Mahathir
defiende como justo). Esto quiere decir que, en su opinión, ‘los judíos’ no
controlaban el mundo cuando “Los europeos mataron seis millones de judíos de
12 millones que eran.” Pero las cosas han cambiado, dice Mahathir,
porque ‘los judíos’ “han tomado el control de los países más poderosos y
ahora esta pequeña comunidad se ha convertido en potencia mundial.” ¿Y para qué habrían ‘los judíos’ de usar este poder
mundial secreto que tienen…? Dice Mahathir: ¡para
exterminar a los musulmanes! Pero los musulmanes no han de quedarse con los
brazos cruzados esperando esta catástrofe: “Nosotros de hecho somos muy
fuertes. 1.3 billones de personas no pueden ser simplemente exterminadas.” Los extractos que cité son solo dos, tomados de un
discurso en el que Mahathir no hizo más que decir
lo mismo, de mil y una maneras: ‘Los ultra poderosos judíos quieren destruir
a los musulmanes y nos tenemos que defender antes de que sea demasiado
tarde.’ Este discurso inauguró la décima cumbre de la Organización de la
Conferencia Islámica, a la que acudieron todos los jefes de estado de los
países musulmanes. El público de Mahathir le
aplaudió de pie. Esto claramente está diseñado para provocarle al
mundo un miedo histérico antijudío, al igual que las acusaciones idénticas de
Adolfo Hitler también lo hicieron, con resultados desastrosos. Y el esfuerzo
de Mahathir no es un esfuerzo aislado. El fraude zarista de Los Protocolos de Sion
es un bestseller en el mundo musulmán hoy día.
Y no nada más ahí. Basta con señalar que la televisión estatal en Egipto
produjo una serie en 40 episodios con el título Jinete Sin Caballo que
está siendo vista en todo el mundo y que es una dramatización de Los
Protocolos de Sion.[15] Pero la gente educada en su mayoría no se apresura a
advertir que estas populares acusaciones preparan una nueva gran masacre
antijudía. Al contrario, lo que se oye es el refrán de que Israel y ‘el lobby judío’ controlan la política exterior EEUU, y que ‘los judíos’ controlan los medios de
información (¡y no se olvide Usted de los bancos!). Acerca del clima en occidente, basta con echarle un
ojo a lo que dijo el candidato a la presidencia EEUU
Ralph Nader durante la campaña presidencial del año pasado: “Los días en los
que el titiritero Israelí viene a los Estados Unidos
y se entrevista con su marioneta de la Casa Blanca, y luego prosigue al
Capitolio, donde se entrevista con cientos de otras marionetas, deben
terminar.”[16] Nader supuestamente es izquierdista, pero lo que
dice no se puede distinguir de lo que escriben en sus páginas web los
neonazis de extrema derecha.[17] Parece, pues, que tenemos prisa por confirmar una
vez más que Jorge Santayana estaba en lo cierto. Si estos mitos histéricos y
sin fundamento continúan tomando vuelo sin oposición, vamos derecho a la
catástrofe. Así que yo voy a enfrentarme con ellos. En otro artículo, he trazado ya la historia de la
política exterior EEUU hacia los judíos desde los años treinta hasta la
fecha, para demostrar que esta política ha sido consistente y radicalmente
anti-judía, que continua siéndolo, y que se vuelve más antijudía todo el
tiempo, muy al contrario de la creencia común y de los alaridos espumeantes de
Mahathir y de Nader.[18] También he documentado que el llamado ‘lobby judío’
no genera políticas pro-israelís—de hecho, lo que AIPAC (el órgano más
visible del ‘lobby judío’) hace es promover políticas a favor de la OLP.[19] En esta pieza documentaré que tampoco
controlan ‘los judíos’ los medios de información occidentales, y que de hecho
estos medios se esmeran siempre por atacar al pueblo judío.
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